Halloween, y la Noche de todos los santos

Se acerca Halloween, y la noche de todos los santos, y un ejército de vaporosas sombras se reúnen en torno a las hogueras y las sinuosas llamas de las velas que hemos deslizado aquí y allá en nuestros resguardados hogares. Hay algo ominoso en el humor de la noche, en los insondables recovecos de la atmósfera nocturna que, sin poder desentrañar su influjo, todos percibimos, y nos llenamos de ello.

Al igual que para todas las demás sensaciones, existen momentos más propicios para el terror. Cuando pensamos en esta noche agorera, sentimos en el espinazo un latigazo muy particular. Antes incluso de que llegue, esa sensación ya nos invade, pues el mero pensamiento nos predispone a sufrir su particular embrujo. Las velas encendidas, los cementerios vivos, las iglesias abiertas y las oraciones que adquieren un matiz diferente en boca de las beatas. Los ecos… los silencios… las voces palpitantes y las susurrantes… Todas ellas esconden un significado peculiar en tan mágica noche que nos atrapa en su tránsito hacia el infinito.

Y, sin embargo, no es esta noche diferente del resto, de no ser por un elemento sustancialmente subjetivo: la creencia y el ingenio colectivos.

Y así es. Probad a ser los únicos creyentes. Creed en cualquier cosa cuándo y dónde nadie comparta vuestras creencias. Muy probablemente, poco a poco también vosotros dejaréis de creer. Probad, sin embargo, lo contrario: a manteneros al margen de todo aquello que os rodea; a pensar, a sentir, a convenceros de algo diferente a lo que piensa el resto. Y por mucho que tratéis de cerraros en vuestras propias ilusiones, muy probablemente, os deis cuenta de cómo lentamente ellas también ceden hasta dejarse llevar por el sentir colectivo.

La mayoría de vosotros no estará dispuesto a creer que hay fantasmas engarzados en los rincones de sus casas un 25 de diciembre, pero en la noche del 1 de noviembre veremos más de uno arrebujado en la despensa, deslizándose bajo la cama o colgando de la lámpara del sótano. ¿Y qué diferencia esta noche de cualquier otra noche? ¿Qué es aquello que empuja a nuestros sentidos y nuestro pensamiento a ver acechantes demonios y a oír intranquilizadores sonidos en la vasta cerrazón? El saber que todos aquellos que te rodean ven y oyen lo mismo que tú. El influjo colectivo. Y una penetrante morbosidad por querer creer que lo sobrenatural existe, sin que queramos cruzárnoslo, por supuesto, pero sintiendo que se mueve a nuestro alrededor.

Desde luego, también nosotros podemos propiciar que esa atmósfera se densifique y cobre forma a nuestro alrededor, alentando nuestros miedos y espoleando la imaginación. A todos nos gusta, seamos sinceros, sentir ese estallido de electricidad que recorre nuestro sistema nervioso cuando algo nos espanta, teniendo presente muy en el fondo que no es verdad, pues es esto lo único que nos sosiega y nos salva de salir corriendo a la más mínima turbación.

Probad si no a entrar de noche en una casa abandonada, a caminar a solas por un bosque o, simplemente, a ver una película de terror. ¿Y por qué hacemos esto? Porque nos gusta sentir esa sensación de pavor a sabiendas de nuestra razón de que todos nuestros miedos son infundados, y después, el alivio que nos colma una vez que todo ha terminado. Nos gusta experimentar con nuestras emociones, con nuestro instinto, con nuestra imaginación, pues todo ello despierta nuestras mentes y nuestros cuerpos, y nos hace entrar en estados de alarma que pocas veces se activan en nuestra vida diaria.

Nos place, pues, disfrutar del potencial aletargado que somos capaces de desencadenar en nosotros mismos. Nos excita, y nos apasiona.

Pues bien, para aquellos que pretendan dejarse llevar por tan truculenta ensoñación durante esta particular noche, os dejo aquí una lista de aquellos relatos que alguna vez me hicieron sentir todo esto de lo que hoy os hablo. Procurad leerlos a solas, a la luz de las velas en una silenciosa estancia, y ya veréis cuán poco tiempo tardáis en comenzar a ver fantasmas y a escuchar los sonidos sobrenaturales que estos provocan en los recovecos más cercanos de vuestro hogar…

 

El horla – Guy de Maupassant

Las ratas del cementerio – Henry Kuttner

Las palomas del infierno – Robert Ervin Howard

La casa del juez – Bram Stroker

El corazón delator – Edgar Allan Poe

En la cripta – HP Lovecraft

El crimen de Lord Arthur Saville – Oscar Wilde

Las tumbas de Saint Denise – Alejandro Dumas

El guardavías – Charles Dickens

La ventana tapiada – Ambrose Bierce

La cruz del diablo – Gustavo Adolfo Becquer

 

Y para los más pequeños:

El árbol de las brujas – Ray Bradbury

 

Que tengáis una feliz y terrorífica noche.

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